A lo largo de estas líneas intentaremos observar la situación educativa actual, con el objetivo de reflexionar y encontrar una visión crítica que nos ayude a mejorar la atención educativa que estamos ofreciendo a nuestro alumnado durante esta crisis provocada por el famoso Coronavirus (COVID-19)
La medida más inmediata por parte de las escuelas, es la implementación del trabajo matemático, a través del cual el profesorado pone a disposición actividades que el alumnado deberá realizar desde sus hogares.
¿Estamos dando la mejor atención posible en estos momentos?
No está mal que desde los colegios manden cada día tareas al alumnado a través de plataformas digitales, de esta forma se evita caer en la inactividad y se favorece que este parón no tenga tanta repercusión en el curso escolar. Las escuelas deberían haber formado un poco más a las familias para esta situación. De mis 40 alumnos, muchos de ellos se ven en una situación de desconocimiento, puesto que sus padres no saben abordar del todo el trabajo telemático. En muchos casos se están iniciando lecciones que el alumno no ha visto previamente en clase, y se pretende que las familias saquen adelante este marrón. Si a muchos chicos les cuesta entender lo que se explica en clase, imaginad ahora… Además, se están haciendo exámenes virtuales, y ya sabes lo que esto significa. Si existe la opción de realizar un examen a distancia, el examen no lo hará el alumno en solitario, sino que lo realizará en compañía de su familia, beneficiando esto al alumno cuyos padres posean un nivel educativo más alto. ¿Tanta necesidad de hacer un examen hay? ¿No existen más métodos para evaluar el desarrollo y aprendizaje?
¿Es suficiente con adaptar la forma de trabajo?
Estamos en una situación excepcional, y por lo tanto se exigen medidas excepcionales. El alumnado podría seguir trabajando competencias básicas (escritura, cálculo, comprensión, resolución, etc.) desde casa, y no profundizar en un temario crudo, desconectado y alejado. En educación hay miles de plazos con los que cumplir y mucha presión que aguantar, y en la mayoría de los casos, toda esta presión viene impuesta por la propia sociedad, que concibe la educación como una carrera en la que el primero en aprender a leer, escribir o multiplicar, se convierte en el alumno perfecto, el mejor, el mejor motivo para presumir frente a otras madres.
Es cierto que la programación en educación es fundamental, pero en ocasiones, tenemos que dejar nuestros esquemas de lado para atender a los intereses que surgen en un momento dado por parte de nuestro alumnado. Ahora mismo, nos encontramos en una de esas situaciones que necesitan de mucha mano izquierda. Muchas veces pensamos que ir rápido nos asegura llegar antes, pero en cuestiones de aprendizaje y desarrollo, no podemos establecer ritmos, puesto que cada persona tiene una situación, madurez o intereses distintos. En esta situación, debemos levantar el pie del acelerador, observar lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y, si es necesario, reducir nuestra velocidad de avance. Es mejor avanzar despacio, pero estando seguros de que cada uno de nuestros pasos se están dando firmemente, pisando en el lugar adecuado y encarando de la mejor forma el siguiente movimiento.
En Andalucía, ya nos pasó hace unos años. De la noche a la mañana se cambió el algoritmo matemático empleado para la resolución de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Se nos vendió la moto de que este nuevo algoritmo (ABN) era mucho mejor que el tradicional (que a mi parecer lo es), rápidamente las editoriales se pusieron manos a la obra. Y ahí estaban los maestros frente a decenas de libro y tutoriales aprendiendo rápidamente esta nueva operatoria. Muchos consiguieron las destrezas suficientes para poder explicarlo hábilmente al alumnado, a otros les costó un poco más manejarlo con soltura, y por lo tanto enseñarlo a sus alumnos. Nuevamente, la pelota se les pasó a las familias, se ofrecieron cursos para que los padres y madres pudiesen aprender este nuevo método para poder ayudar a sus hijos. ¡Desastre absoluto! Por mucha buena fe y la mejor de las intenciones, entre familias y docentes consiguieron construir un gran cacao en las cabezas del alumnado. Mezclaban un algoritmo con otro, y esto provocaba que las familias se echaran a temblar cada vez que escuchaban las letras ABN. Este afán por hacer las cosas de forma acelerada, sin valorar las circunstancias, ha provocado que muchos chicos lleguen a secundaria sin las destrezas matemáticas básicas, y no por falta de capacidad, sino por falta de sentido común de los adultos. Unas generaciones se iniciaron en el nuevo algoritmo estando en 4° de primaria, otras en infantil, y otras se iniciaron en infantil bajo el método tradicional, dos años más tardes les iniciaron en el ABN, y tres años después, al ver que no se daba pie con bola, se les volvió a instruir en el tradicional… Dando lugar a un desarrollo matemático nefasto.
¿Alguna alternativa?
Con todo esto, no quiero decir que la innovación sea algo malo, al contrario, pero siempre que se haga con cabeza, sentido común, y sobre todo pensando en el desarrollo de la infancia. Esta situación no es idónea para iniciar a los chicos en los números mixtos o en el análisis morfológico. Esta situación es perfecta para seguir trabajando competencias básicas, pero sobre todo, es ideal para transmitir a la infancia todos los valores positivos que están saliendo a flote en estos tiempos difíciles. Es momento de instruir en la empatía, la generosidad y el compañerismo. Aprender matemáticas, lengua o sociales es necesario, pero las verdaderas lecciones que marcan nuestras vidas, se aprenden en situaciones difíciles que nos doblegan y parten en mil pedazos nuestras rutinas, ideas y creencias. Es momento de salirnos de nuestra hoja de ruta y aprovechar el interés y oportunidades que suscita esta situación
Es por esto, por lo que pienso que más que ser un buen momento para hacer, creo que es un momento ideal para reflexionar, para ser críticos y para sacar aprendizajes que puedan servir a las futuras generaciones. Venimos de una década en la que los bandos y los enfrentamientos marcaban nuestro día a día, venimos de una época en la que la mínima discrepancia provocaba lanzamientos de cuchillos. Creo que esta situación difícil nos ha aislado y recluido en nuestras casas, pero también creo que nos está uniendo mucho más como seres humanos. Nos está ayudando a ver lo frágil que es el mundo que nos hemos montado, nos está ayudando a ponernos en el lugar de las personas que también pasan momentos difíciles, sin importar su cuenta bancaria, color de piel u origen.
Mucha fuerza y ánimos para afrontar estos días